Hola amig@s lector@s
Hoy, desde El Rincón de Rovica: En este momento de mi vida… He vivido horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a l@s quejumbros@s y malhumorad@s, a l@s egoístas y ambicios@s que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre l@s que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo inocente, tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los maldit@s indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones, pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura, amor y la gloriosa compañía de mis amigos y de mis seres queridos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piense que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada… O todo.
Maravilloso!!
Muchas gracias Mabel. Un abrazo!
[ «…nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera.» ]
¡Soberbia derrama de reflexión altruista!; tus sinceros parágrafos atinan fina y refinadamente en la aorta de un leedor sensitivo, un lector nuevo, sorprendido y agraciado tanto por tus escritos como por el brillante galardón que comporta tu visita y tu buen gusto.
Si me permites… brindo por ti… y contigo.
Las palabras salen del corazón con la sinceridad del alma… Muchas gracias. Un placer leer tu comentario. Un abrazo!
Y otro de vuelta enfocado en dirección a tu sincero y preclaro talento.
MUY BUENO
Muchas gracias Pippo! Después de leer tus grandes y excelentes poemas, es un placer para mi tu comentario. Un saludo cordial.