Hubo un tiempo en que tuve miedo a la muerte, a la no existencia, a no ver, a no poder abrazar, a no SENTIR y, recuerdo el desasosiego, el desconsuelo, la desesperanza que me entraba sólo de pensarlo. Luego, intentaba calmarme pensando que, Allá dónde fuésemos, nos reencontraríamos con las personas más queridas y entonces, mi corazón dejaba de bombear tan rápido y lograba apaciguarme…
Pero hoy mi miedo, es totalmente diferente, mi miedo es no disfrutar de cada momento, de cada instante y de no exprimir a tope cada segundo. Quizás por eso, soy tan intensa y tan pasional en mi vida.
Por el ritmo rápido que llevamos cada día, creemos que siempre habrá tiempo y no vemos, lo equivocados que estamos. Pensemos que el tiempo es inexorable, no perdona y pasa tan deprisa que, casi, no nos damos cuenta. Él es el dueño, el amo y, jamás nadie podrá detenerlo, ni comprarlo…
El tiempo transcurre con la misma cadencia. Igual para el ansioso apresurado que para el estilita imperturbable. Un besazo.
Carlos, eso es tan cierto como que al día le sigue la noche. Buen domingo. Un abrazo amigo.
Por mucho que hagamos larga, muy larga nuestra existencia, nada ni nadie parará lo que haya de suceder. Se nos va la felicidad en un instante y se nos hacen eternas las dificultades. Ser intenso y pasional, hablo por mi, a veces solo conduce a un desosiego estéril, pero quizás traiga compensaciones…o no. Feliz domingo.
Las cosas buenas me han enseñado amar la vida, las malas aprender a saberlas gestionar. Que vivir sea, todo aquello que nos haga perder la sensación de malgastar la vida, en capítulos innecesarios. Un abrazo grande Paz.