Hay momentos en la vida tan inesperados que te revolucionan por completo. No le puedes poner medida a las emociones por mucho que insistas en que las sabes manejar, en que el control es lo tuyo, en que puedes con esto y con más. A veces la vida te sorprende tanto, que hacen virar tu rumbo 180 grados, mareándote tanto que ni siquiera sabes dónde estás.
A veces, nos perdemos en conversaciones inconclusas, cerramos los ojos a una realidad que no nos interesa ver, huimos de todo aquello que no queremos afrontar por miedo. Porque sí, somos cobardes, nos escudamos en la responsabilidad, en el qué dirán. Nos da pavor cambiar nuestro statu quo por mucho que ese Pepito Grillo que todos llevamos dentro, nos grite horrorizado que así no vamos bien. Apretamos la venda en los ojos y le buscamos justificación a todo. Decimos que no sabemos qué hacer, cuándo, cómo… Pero no es verdad.
Una vez leí que si tienes dudas acerca de algo trascendental, apuesta tu decisión a cara o cruz, porque justo cuando la moneda esté en el aire, en esa milésima de segundo, sabrás realmente, de qué lado quieres que caiga. Y funciona. Porque todos en el fondo sabemos lo que queremos, aunque nos dé pavor admitirlo, aunque vaya incluso en contra de quienes somos o creíamos que éramos, una simple decisión pueda ser tan drástica, como para cambiarlo absolutamente todo, a pesar de que ello conlleve, un terremoto emocional en ti y en todos los que te rodean.
Cuesta mucho salir de la zona de confort. Tu reflexión va en la correcta para asimilar y ponerla en práctica. Saludos Rovica.
Muchas gracias Manuel. Cuando las prioridades están claras, las decisiones se hacen fáciles. Validar en lo que se busca, descartar lo que no resulta y dar espacio a lo que construye, hará que se decida en firme y se logre. Un abrazo amigo.
Igualmente para ti Rovica
¡Qué difícil resulta a veces el tomar decisiones que te cambian la vida!
Pero de los cobardes nunca se ha dicho nada bueno
De los cobardes no se ha escrito nada, bueno…que son cobardes. Un abrazo.