Te mostré todos mis defectos, quizás hasta de manera exagerada. Te dije siempre la verdad de la manera más bruta que conozco. Te confesé que escribo porque no tengo nada que ocultar. Te mostré mis ojeras de domingo y mi cara recien lavada, te expliqué que tengo una manera intensa de ver y vivir la vida.
Te conté que soy volátil, porque nunca me quedo dónde el mundo suena a material, pero tú, eso…ya lo sabías. Te expliqué, que nada me moviliza más que una tarde de lluvia en un patio lleno de plantas y un libro apoyado en un viejo escritorio. Que me puedo bajar del mundo en un segundo si puedo vivir así, y que la vida para mí, es lo que me eriza la piel y me da paz al mismo tiempo.
Te hablé mal de mi, muy mal, todo lo que pude y más, y lo que no pude lo inventé, Te conté que me gusta escuchar a Garou a toda «marcha» y que, casi, vendo mi alma por no cocinar. Te expliqué que nunca me duelen los domingos porque, para mí, son cuando le hablamos a Dios.
Te conté que no se quién es Dios, pero, que creo que somos muy, muy pequeños frente a ALGO tan inmenso, que se ríe de todos nuestros planes. Te conté que ya no hago planes porque la vida siempre los cambia todos. Mentí, hago todos los planes del mundo contigo.
Te conté todo esto y tanto más, pero nunca te moviste ni un centímetro de mi lado. Te conté y te cuento…Pero tú ya no necesitas palabras, ni yo tampoco…