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  • Última modificación de la entrada:18/09/2024

 

 

 

En la penumbra de la noche, cuando el mundo se disuelve en sombras, es posible que en sueños, volvamos a encontrarnos con nuestro verdadero amor, el primero. Ese amor ingenuo y sincero que, según algunas teorías, es el más auténtico que tendremos a lo largo de nuestra vida. Ese sentimiento profundo y arraigado que parece grabado en nuestra alma, emergiendo en nuestros sueños con una fuerza  melancólica.

Soñar con ese amor se convierte en una experiencia agridulce. Nos encontramos en  sueños con la persona que significó el mundo entero para nosotros. Volvemos a esos momentos, donde las promesas eran eternas, los sentimientos y las emociones intensas. Un viaje del alma por un feliz pasado que hoy duele pero, al mismo tiempo, nos llena de una reconfortante nostalgia.

Estos sueños se convierten en un oasis, un refugio donde es posible retroceder en el tiempo y vivir juntos denuevo en una realidad distinta. Justo en ese momento las heridas que la vida han infligido parecen desaparecer. La risa compartida, los besos, las caricias, los abrazos, las miradas,  todo vuelve con claridad como si el tiempo no hubiera transcurrido, como si nada hubiera sucedido. Es en esos momentos de ensueño donde la realidad dolorosa y la fantasía se entrelazan, creando una versión idealizada de lo que una vez fue.

Sin embargo, al despertar, ese refugio onírico no está exento de dolor y la realidad golpea con  dureza implacable, recordándonos, que esos instantes ya no existen, que la persona que tanto amamos, ya no está. Un gran vacío, una sensación de pérdida, te hiela el alma. A pesar de este dolor y aunque sabemos con tristeza, que esos sueños son una ilusión, una trampa de nuestra mente que se resiste a pensar, que él ya no está.

Esa parte de nosotros desea seguir soñando. Anhelamos esos encuentros, en esos breves instantes de tiempo, en los que todo parece posible, pareciendo tan real como el latido de nuestro corazón. Soñar con el primer amor es una danza entre la esperanza y la desolación, una lucha constante entre el deseo de revivir aquella etapa y la difícil aceptación de que ya pertenecen al pasado.

En última instancia, esos sueños nos recuerdan nuestra humanidad, nuestra capacidad de amar profundamente y sentir la pérdida con intensidad. Es un recordatorio de que, a pesar del dolor, es hermoso haber amado de manera autentica, sincera y profunda. Con la certeza que el corazón  guarda como un hermoso tesoro  para siempre.

Por favor… Permanece, aunque  solo sea en el refugio de nuestros sueños.

Roberto González Rivera
Rovica.

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