Mi rebeldía no lleva armas, no lleva estándares ni pretende alabar a un culto o una idea. Mi liberación es emocional, yo no me pregunto el por qué, sino, el para qué.
Reniego a vivir con ataduras pasadas, rehúso a ser parte de un molde establecido. Puedo amar con pasión el deporte y contemplar con la misma dedicación una pieza de arte, leer un libro de mi escritor favorito, como puedo apasionarme con otro de autor desconocido, puedo ser luz pero también me refugio por ratos en la oscuridad.
Es otro concepto más de libertad… La libertad por la que lucho cada día es contra mi misma idea de lo que pudiera ser, de lo que fue para encontrarme aquí y ahora en lo que soy. Peleo contra mi ego y la necesidad de llamar la atención, debato y me arrebato contra mi miedo de ser invisible, sólo busco paz interior.
No compagino con la idea de la competencia, tampoco espero compararme con nadie más; intento satisfacer mis propias necesidades y necesitar poco, para que nada me ate a una expectativa o a una ilusión que pueda interferir con mi equilibrio.
Mantengo el margen de lo que sé que puedo hacer, de lo demás no busco el control, creo en la energía, en las causalidades y en mi DIOS. Transmuto en amor, alimento tanto mis valores, que cuando dan fruto me mantienen con los pies en la tierra pero mi alma en las alturas, creo firmemente que el camino de la paz a veces es una guerra, pero una guerra interior; no pago con la misma moneda porque no quiero devaluar lo que tanto me ha costado ser hoy.